martes, 17 de julio de 2012





TENER CONTROL MENTAL SIGNIFICA…
                                                           
“Jamás ocurre nada que no sea una representación de tus deseos, ni se te niega nada de lo que eliges. He aquí tu mundo, completo hasta el más ínfimo detalle. He aquí toda la realidad que tiene para ti”.
Tenemos el poder de decidir. Decide únicamente aceptar el papel que te corresponde como co-creador del universo, y todo eso que crees haber fabricado desaparecerá.   UCM, LECCIÓN 152


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Tener "Control Mental" significa poder ejercer el pleno dominio de nuestra propia mente, en todo momento, lugar o circunstancia de la vida.
Al no contar con un control mental suficiente respecto de nuestra reactividad emocional podemos sentirnos heridos frecuentemente y eso en la práctica significa que le otorgamos a otros el poder de hacernos dependientes de su conducta y reacciones hacia nosotros.
Nuestro poder mental, nuestro desarrollo emocional, debe ser suficiente para controlar nuestro destino. Por medio del control sobre el momento presente tenemos el poder de controlar nuestro futuro. Para cada uno de nosotros el presente es lo que ocurre dentro y fuera de nuestra mente, ahora.
Nuestros sentimientos, emociones y pensamientos se transforman en causas y efectos sobre nuestro éxito y felicidad, desde grados mínimos a dramáticos en importancia. Nuestras emociones, sentimientos y pensamientos pueden provenir de lo oculto de la mente (subconsciente) sin razón aparente o de lo que estamos conscientes y reconocemos su razón y procedencia.
La dependencia emocional puede causarnos sufrimiento. Veamos qué ocurre cuando la dependencia emocional se hace presente y es causada por otras personas. Aquí nos referimos al sufrimiento emocional comúnmente experimentado cuando alguien hiere nuestros sentimientos como resultado de su conducta causándonos angustia, sentimientos de culpa, humillación, enojo, frustración, estrés o cualquier otro sufrimiento emocional.
¿a quién se debe culpar por nuestro dolor emocional? De lo que se trata aquí es de si darle o no el poder a otras personas para influenciar nuestro estado mental. ¿Porqué otorgarle a otros el poder de controlar nuestro estado mental en cuanto a sentirnos felices, amados, importantes, aceptados, etc.
Nosotros podemos tener control sobre lo que esperamos que sea el comportamiento de la gente hacia nosotros.
El sufrimiento sobreviene cuando lo que esperamos no ocurre. Por ejemplo, si esperamos que la gente nos responda con una sonrisa cada vez que les sonreímos, cuando ello no ocurre sufrimos y usualmente algo más tarde nos damos cuenta que al no devolver la sonrisa esas personas estaban mostrando su propia manera de ser en ese momento o como son todo el tiempo, sin que se tratara de una actitud discriminatoria hacia nosotros (tratándose sólo de que no se sentían felices, estaban enojadas, distraídas, en un estado de mal humor, y reaccionando hacia el mundo exterior de acuerdo a su estado, no en contra nuestra o contra de lo que esperamos de las personas.)
Después de juzgar la situación negativamente, lo que se mueve en nuestra mente es un condicionamiento mental, un proceso perteneciente a un sistema de reacción del pensamiento aprendido en el pasado que mueve nuestras emociones negativas haciendo que nos sintamos heridos y haciendo que nuestro cuerpo reaccione de acuerdo a la intensidad de ese sufrimiento.
Si un patrón de respuesta emocional de este tipo es repetitivo, lo probable es que controle nuestra vida emocional para lo peor la mayoría de las veces, y para eliminarlo se necesitará reemplazar el sistema de reacción mental que causa esa respuesta por algún otro que sí sea consistente con nuestra práctica social real y nuestro mejor interés.
La gran mayoría de los seres humanos guardan emociones y sentimientos muy negativos y destructivos dentro de sí mismos, lo que generalmente les produce una gran cantidad de malestares y puede llegar a provocarles enfermedades de muy diversa índole. La única forma de liberar esas dañinas cargas es  "perdonando", desde lo más profundo de nuestro corazón. 
Aprender a tener absoluto control sobre nuestra mente implica, entonces, liberarse de los malos pensamientos, eliminar las preocupaciones, la angustia, etc.; y generar los mejores recursos y las mejores condiciones de vida, en el más amplio sentido de la palabra.

sábado, 14 de julio de 2012





Neuroplasticidad: Para adultos y niños, flexibilidad o rigidez en lo que aprendemos
Por Nancy Ortiz
Cuando hacemos algo y lo repetimos muchas veces generamos en nuestra vida lo que llamamos hábito. Un hábito puede ser un modo de ser o una forma de hacer, la cual se aprendió al repetirla gran cantidad de veces. Por ejemplo, podemos estar acostumbrados (habituados) a hacer la cama cada vez que nos levantamos, a despertarnos a la misma hora aunque nos hayamos dormido a distinto horario; podemos tener el hábito del mal humor a la mañana, de ser ansiosos, tendientes a pasividad, amabilidad, alegría, o incluso, a la enfermedad. En definitiva, podemos tener el hábito de hacer algo que nos haga felices o infelices, y seguir sosteniéndolo solo porque, al repetirlo tantas veces mecánicamente, parecemos programados a seguir haciéndolo.
Todo es cuestión de cuántas veces hayamos ensayado sistemáticamente una acción o forma de ser, generando así un aprendizaje, que sumado a la totalidad nos define y nos crea.
Aprender o desaprender es cuestión de neuroplasticidad
Cada vez que pensamos en hacer una acción el cerebro manda la orden para que nuestro cuerpo realice lo deseado. Lo hace con ayuda de neuroquímicos que transmiten el mensaje. Las neuronas son las que reciben esta información, se conectan entre sí (sinapsis neuronal), y finalmente nuestro cuerpo responde haciendo lo que queríamos.
Pero he aquí el punto que nos puede servir para conocernos y conocer lo que nos sucede: La sinapsis o contacto entre neuronas se refuerza, incluso se hace permanente, con el uso. Es decir, cuando repetimos algo una y otra vez se generan siempre los mismos químicos, y las neuronas hacen una y otra vez el mismo camino. El cuerpo se habitúa a estos químicos, el camino neuronal deja cada vez más huellas, y de tanto repetir y hacer lo mismo, las neuronas memorizan el camino; incluso algunas veces ya no viajan, se quedan allí permanentemente, se cristaliza la conexión neuronal en cierto lugar. Así nosotros adquirimos un nuevo aprendizaje.
A esta propiedad del cerebro de aprender y fijar el aprendizaje nuevo a partir de la experiencia se la llama plasticidad neuronal.
Ahora, ¿qué pasa si lo que aprendemos no nos hace felices y simplemente somos esclavos de una rigidez en nuestro cerebro a causa de repetir sistemáticamente una misma cosa, porque tal vez así nos lo han enseñado o así lo hicimos y nos sirvió en un momento pero ahora ya no más?
Por supuesto al hablar de aprendizaje debemos hablar también de Niños. En la educación de los niños lamentablemente a diario se les enseña hábitos que después cuesta trabajo revertir. Muchos son enseñados por inconsciencia. Simplemente el adulto al hacer determinadas cosas o al ser de determinada manera reiteradamente, le está fijando al niño un aprendizaje. Es decir, le está fijando una red neuronal que luego actuará por sí misma en el niño. Recibo a diario consultas por el tema “Límites”, las preguntas en general rondan en “cómo hago para que el niño no haga más tal cosa y aprenda otra”, “cómo hago para que respete cuando hablo con otros adultos, cómo hago para que ordene sus juguetes, cómo hago para que responda de determinada manera, etc."
Lo que respondo es: "El niño en algún momento aprendió eso que tanto molesta o queremos cambiar. De quién, cómo y por qué, es trabajo para observar en las acciones de los adultos y el entorno que lo rodea. Ahora hay que trabajar en revertirlo."
Si se trata de cambiar algo ya siendo adultos, convengamos que tal vez aquello que queremos cambiar lo hemos repetido ¡hasta incluso por 20 años!. Cambiar esta rígida sinapsis neuronal nos puede llevar tiempo, paciencia y mucha consciencia, ya que el cerebro querrá volver al camino conocido porque así se lo hemos enseñado.
Afortunadamente el niño tiene una plasticidad cerebral mayor. Es decir, que así como rápidamente aprende algo, rápidamente puede aprender otra cosa y suplantar el aprendizaje anterior. Y lo hará naturalmente, porque naturalmente es plástico (flexible) neuronalmente. Por eso no hay nada que no se pueda revertir.
Pero cuidado, no solo nosotros, los adultos, somos sus educadores. La excesiva exposición a la TV y los juegos tecnológicos violentos TAMBIÉN son maestros del flexible y absorbente cerebro del niño. Los predispone a la violencia y agresividad porque el cerebro aprende repitiendo por dentro lo que ve afuera. Así que aquí también hay que poner el foco.
Continuando, como he dicho, tenemos a favor del niño (y a nuestro favor), que ellos tienen aún más neuroplasticidad que los adultos. Así como pueden incorporar algo rápidamente, también pueden cambiarlo por un hábito nuevo y olvidando lo anterior, si le enseñamos ese camino. Requerirá por supuesto de la ayuda de un adulto dispuesto y consciente.
Si somos padres, maestros, terapeutas de niños, la pregunta que les sugiero hacerse es: ¿Qué les estamos enseñando a los niños? ¿Cómo revertimos ese camino insano? ¿Cómo potenciamos aquello que le da al niño armonía y equilibrio?
Y para ti sugiero que te preguntes: ¿Qué has repetido sistemáticamente? ¿Tu cuerpo responde a una memoria que expande o limita tu Ser? ¿Qué camino repites diariamente, a dónde te está llevando? ¿Te sientes pleno en ese lugar?
El camino hacia un nuevo aprendizaje
“Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, por lo tanto, no es un acto, sino un hábito.” Aristóteles.






La Plasticidad de la Mente.

Nos hemos acostumbrado a creer que la felicidad  es una especie de competencia olímpica para tener más, ser más exitoso, sentir más placer y hacer más cosas
El hombre más feliz del planeta es un individuo que vive en una celda de dos por dos, no es dueño ni ejecutivo de ninguna de las compañías del Fortune 500, no tiene relaciones sexuales desde hace más de 30 años, no vive pendiente del celular ni tiene Blackberry, no va al gym ni maneja un BMW, no viste ropa de Armani ni Hugo Boss, desconoce tanto el Prozac como el Viagra o el éxtasis, y ni siquiera toma Coca-Cola.
En suma: el hombre más feliz del planeta es un hombre que no tiene dinero, éxito profesional, vida sexual, ni popularidad
Su nombre es Matthieu Ricard, francés, occidental por nacimiento, budista por convicción y el único entre cientos de voluntarios cuyo cerebro no sólo alcanzó la máxima calificación de felicidad prevista por los científicos (-0.3), sino que se salió por completo del “felizómetro”: -0.45.
Los 256 censores y decenas de resonancias magnéticas a las que Ricard se sometió a lo largo de varios años para validar el experimento no mienten: Allí donde los niveles en los simples mortales es muy alto, -estrés, coraje, frustración-en el cerebro de Ricard, estas sensaciones negativas sencillamente no existen.
Por el contrario, ahí donde la mayoría de voluntarios mostró bajísimos niveles -satisfacción y plenitud existencial-, Ricard superó todos los índices. Esto es, en todas y cada una de las sensaciones positivas, dando origen al título de "el hombre más feliz del planeta"
Lo paradójico del caso no es que él sea un hombre tan feliz, sino cómo llegó a serlo: Desprendiéndose de todo aquello en lo que los occidentales suponemos radica la felicidad: fe en un Dios salvador, éxito profesional, pericia científica, dinero, posesiones, relaciones humanas y consumo, consumo, consumo…
Y es que Ricard no es ajeno a nada de esto: hijo del miembro emérito de la academia francesa Jean François Revel, Ricard no se dejó deslumbrar por el ateísmo ilustrado de su padre, ni por su fe de nacimiento; tampoco sus estudios de genética celular en el Instituto Pasteur le trajeron la satisfacción deseada. Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse en una eminencia científica Un buen día decidió que ése no era el rumbo que él quería para su vida Se fue al Himalaya, adoptó el celibato y la pobreza de los monjes, aprendió a leer el tibetano clásico e inició una nueva vida desde cero. Hoy es la mano derecha del Dalai Lama y ha donado millones de euros -producto de la venta de sus libros- a monasterios y obras de caridad. Pero eso no es la causa, sino la consecuencia de su felicidad…
La causa hay que buscarla en otro lado, dice el jefe del estudio, Richard J. Davidson,y no es ningún misterio ni gracia divina: Se llama plasticidad de la mente.
Es la capacidad humana de modificar físicamente el cerebro por medio de los pensamientos que elegimos entretener. La plasticidad de la mente y el cuerpo es una característica preeminente en el niño. ...
Resulta que al igual que los músculos del cuerpo, el cerebro desarrolla y fortalece las neuronas que más utilizamos. A más pensamientos negativos, mayor actividad en el córtex derecho del cerebro y en consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia y hostilidad hacia los demás. En otras palabras: más infelicidad autogenerada.
Por el contrario, quien trabaja en pensar bien de los demás y ver el lado amable de la vida, ejercita el córtex izquierdo, elevando las emociones placenteras y la felicidad.
Ricard advierte que no se trata de decidir  ver la vida en rosa de un día para otro, sino de trabajar sistemáticamente en debilitar esos músculos de infelicidad que tanto hemos fortalecido creyéndonos víctimas del pasado, de los padres o del entorno,y paralelamente, comenzar a ejercitar los músculos mentales que nos hacen absoluta y directamente responsables de nuestra propia felicidad
Al final, los resultados del estudio de nuestra civilización - confirman ahora sí con pruebas científicas en mano, lo que humanistas y profetas de todas las épocas han venido diciendo…sin que los científicos materialistas les dieran ni un mínimo de crédito:
A saber: que la felicidad es un asunto del espíritu que no depende de nada ni de nadie externo a la persona (Buda), que la clave para ser feliz mora en el interior de cada quien (Cristo) y que la felicidad o es un hábito o es el resultado de varios de ellos (Aristóteles).
Y si bien Ricard admite que su camino no es más que uno de muchos, advierte que ser feliz necesariamente pasa por dejar de culpar a los demás de nuestra infelicidad y buscar la causa en nuestra propia mente. O, como dice un adagio: "envejecer es obligatorio, madurar es opcional".
En su Defensa de la felicidad, la traducción de su último libro publicado en España, el monje explica cómo nuestra vida puede ser transformada incluso a través de variaciones mínimas en la manera en que manejamos nuestros pensamientos y «percibimos el mundo que nos rodea».
Uno de los aspectos que más ha fascinado a los investigadores es la capacidad de los monjes de suprimir sentimientos que hasta ahora creíamos inevitables en la condición humana: el enfado, el odio o la avaricia. El estudio de sus cerebros demuestra una capacidad extraordinaria para controlar sus impulsos basados en el principio que Buda no prometió a sus seguidores la salvación en el cielo, sólo el final de sus sufrimientos en la tierra si lograban controlar sus deseos.
Matthieu Ricard ve en resultados como éste la prueba que cualquiera, no importa las desgracias que haya vivido, puede alcanzar la felicidad si cambia el chip mental que a menudo nos hace detenernos en los aspectos negativos de la existencia